La inteligencia artificial puede influir en la desigualdad social de diversas formas. Por un lado, la automatización impulsada por la IA puede eliminar empleos, especialmente aquellos que requieren habilidades rutinarias o manuales, afectando principalmente a trabajadores con menos formación. Esto puede aumentar la brecha económica entre distintos grupos sociales.
Por otro lado, el acceso desigual a tecnologías avanzadas y educación en IA puede concentrar beneficios en sectores privilegiados, dejando atrás a comunidades menos favorecidas. Además, si los algoritmos reflejan sesgos sociales, pueden perpetuar o incluso agravar discriminaciones existentes en áreas como empleo, crédito o justicia.
Para evitar que la IA amplíe la desigualdad, es clave promover políticas inclusivas, educación accesible y el desarrollo ético de tecnologías que consideren el impacto social, garantizando que sus beneficios lleguen a todos.
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